Obra monumental que escenifica el trabajo en una fundición. Los reflejos rojizos contrastan con una gran diversidad de tonos azulados. La escena se despliega en planos sucesivos, ocupando todo el plano pictórico. En 1927, cuando Quinquela exhibió en New York una parte de esta serie, un poderoso industrial del acero le ofreció una suma considerable de dinero para decorar sus acerías de Pittsburg con murales de esta serie. El artista rechazó la oferta, considerando que no podría pintar el fuego de otro lugar que no fuera su barrio.