Una nueva poética del puerto se descubre en las obras con motivos de barcos encallados, abandonados y destruidos. Dulcificando su paleta, con tonos fríos o cálidos siempre agrisados y combinados con neutros, Quinquela explora la metáfora de la muerte del barco. El hombre desaparece de la escena o se representa en actitud contemplativa acompañando el clima de misterio y volivendo tangible la propia vulnerabilidad.